La protesta by Henry James

La protesta by Henry James

autor:Henry James [James, Henry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1911-09-30T16:00:00+00:00


III

—Ah, señor Crimble —preguntó afable Bender—, ¿trae usted las grandes noticias que andaba esperando?

Hugh pareció tardar unos instantes en comprender a qué se refería.

—¿Noticias del Moretto? No, señor Bender, aún no tengo noticias. —Ante el gesto de decepción del visitante, añadió con cierto aire candoroso—: Creo que le advertí que el asunto llevaría tres o cuatro semanas.

—Bueno, ¡en mi país no llevaría más de tres o cuatro minutos! —replicó disgustado Bender—. ¿No puede usted hacer que aligeren un poco?

—Espero de un momento a otro recibir un informe, señor Bender —dijo Hugh en tono bienhumorado.

—¿Y después me dejará llevármelo enseguida?

Tras guardar silencio un rato, Hugh habló con franqueza:

—Ah, no es por usted por quien estoy haciendo todo esto, señor Bender.

El ilustre coleccionista quedó momentáneamente desconcertado.

—Bueno, ¿y no puede actuar simplemente en aras del Arte?

—Eso creo que se lo debo dejar a usted, que al fin y al cabo lo está haciendo ya con gran éxito —dijo riendo Hugh.

Bender lo observó como un inspector hubiera observado una mejora en un edificio en el curso de su visita de inspección.

—¿No quiere usted acompañarme de aquí para allá, echándome una mano?

—¿Irme, digamos, de gira con usted? Francamente, señor Bender, ¡si tuviese algún peso…!

—¿Lo añadiría a su extremo de la viga? ¿Pero qué he hecho yo para que me traicione después de haber excitado de tal modo mi curiosidad y entusiasmo en Dedborough? Lo peor que he hecho —prosiguió Bender— ha sido rechazar el Moretto.

—¡¿Se lo han ofrecido?! —exclamó Hugh visiblemente turbado. Habiendo decidido, tras pensarlo dos veces, no delatar al dueño del extraordinario cuadro, Bender se limitó a mirarlo intensamente. Entonces Hugh añadió—: ¿Y por qué está usted tan ávido de noticias de Verona, como si fuese un Romeo en el exilio? —Bender pasó por alto esta singular combinación de lo comercial y lo literario, contentándose con mostrar una cordialidad distraída: daba la impresión de haber comprobado anteriormente lo útil que le resultaba en algunos casos. De modo que Hugh le hizo otra pregunta—: ¿No es la posibilidad de que se trate de un Mantovano lo que le ha impulsado a venir?

—He venido —dijo imperturbable Bender— porque Lord Theign me ha enviado un telegrama citándome aquí. ¿No está usted también aquí por eso?

Hugh dejó entrever por unos segundos el placer que le procuraba tener a su disposición múltiples respuestas entre las que elegir.

—¡No, por Dios! He venido a ver el magnífico Lawrence con el consentimiento de Lady Sandgate.

—Sí, ella es muy amable para esas cosas, no le cuesta a uno nada venir a ver lo que tiene. —Pese a encontrarse en una situación que resultaba peligrosa para él, a Bender le acometió de pronto la curiosidad—: ¿Anda alguien detrás de ese magnífico Lawrence?

—Oh, espero que no —dijo riendo Hugh—, a no ser que ande usted detrás de él. Es un cuadro extraordinario en sí mismo y éste es el lugar donde debe estar.

—¿Lo considera un cuadro extraordinario? —preguntó Bender en un tono neutro.

—Bueno, para ser un Lawrence me ha dejado pasmado. —Hugh describió así



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